Uno de los dilemas del directivo cuando habla en público es qué rol asumir y cómo adaptarlo a las diferentes audiencias, como el comité de empresa, los medios de comunicación, sus colaboradores, o los clientes, entre otros.
Del mismo modo que nadie se expresa igual en una reunión de vecinos, con sus hijos o frente a un grupo de posibles inversores para un nuevo proyecto, el ejecutivo también asume diferentes roles en función de quién le escucha y de los objetivos que desea alcanzar. Sin embargo, siempre debería hacerlo partiendo de su propia personalidad, como trabajan los actores para preparar un personaje. Por muy relevante o decisiva que considere la ocasión, como una presentación para todos los empleados de la empresa, una rueda de prensa, la reunión anual con los accionistas…-, o incluso aquellas situaciones en las que su liderazgo pueda ser cuestionado, el directivo no debería emular o asumir formas de comunicar alejadas de su personalidad. Lo dijo el Premio Nobel francés André Gide: “es mejor que no gustes por ser quien eres que ser admirado por quien no eres”.
Desde el punto de vista formal, la naturalidad es caballo ganador. Es preferible ser poco expresivo y natural, que muy expresivo y forzado. Siempre aconsejaré a los profesionales no moverse, no gesticular, no andar, no usar el cuerpo, si van a sentirse más cómodos así. La comodidad se transmite, y la angustia también. El ponente que sufre difícilmente podrá hacer disfrutar a su auditorio. Muchos directivos me preguntan: “¿Qué hago con las manos?”. “Aquello que te sea más fácil”, contesto. Es preferible tener las manos en los bolsillos o sujetando un bolígrafo y estar a gusto, a no saber qué hacer con ellas y preocupado. Tanto la preocupación como la comodidad se notan. No podemos engañar al público.
A nivel de contenido, la naturalidad se traduce en sinceridad. En el mundo empresarial la sinceridad es una rara avis; cuando encontramos a alguien que dice la verdad no podemos dejar de escucharlo. Por esta razón, lo más importante para un ponente frente a un auditorio es ser uno mismo. No actuar, ser. En teatro, los buenos actores son aquellos que tienen ‘sentido de la verdad’, es decir aquellos a quienes no se les nota que actúan. Una actriz con talento no ‘hace de Lady Macbeth’, ‘es Lady Macbeth’ en escena.
Y ¿en qué consiste ser sincero? ¿Debe el directivo explicar toda su vida a sus colaboradores? El público agradece la honestidad, sin embargo eso no significa que deba compartir con su equipo todos sus pensamientos ni que éstos deban ser improvisados. Por un lado, cada directivo se implicará en el grado que él o ella decida. La audiencia valorará si aporta algo personal a su discurso, algo que sólo conoce, como una vivencia o una anécdota. Los directivos deben ser narradores, contadores de historias. Nadie recordará una lista de números o una cuenta de resultados, pero sí las historias detrás de esas cifras, y especialmente si son ciertas.
Por otro lado, cuando un directivo prepara un discurso debe siempre haber un objetivo detrás y, por tanto, no es aconsejable improvisar. Improvisar está bien para una charla en el bar con amigos. Cuando hay objetivos empresariales que lograr es necesario pensar antes qué deseo comunicar y escoger las palabras adecuadas, es decir, establecer una estrategia.
Esto no tiene por qué estar reñido con implicarse personalmente con el tema a presentar. No hay que tener miedo a ser uno mismo, lo personal nunca puede aburrir, ni hace al ejecutivo más débil ni menos líder. Hay profesionales que no consideran apropiado mezclar sus temas personales cuando se habla de temas profesionales, y no se dan cuenta de que no es posible separar ambas facetas. El directivo es primero persona, todo lo que hace se impregna en cierta forma de su personalidad.
El actor de teatro se entrega cada noche y el público que acude a verle recibe ese don.
Actuar es pues un acto de generosidad. Actuar es un acto de auto-revelación. En pequeñas dosis, el directivo también debería auto-revelarse cuando comunica. ¿Significa eso que necesita compartir todos sus sentimientos con su equipo? Nuevamente, no. Pero si es sincero permitirá que afloren emociones y los que le escuchen lo valorarán.
Ahora bien, como he dicho antes, si no hay diversión, se nota. El profesional que es optimista, piensa bien de si mismo, de su negocio, de su equipo irradia una energía positiva que contagia a los demás. Todo directivo, como todo actor, puede pasar por fases o situaciones en las que pensamientos negativos invadan su mente. Aunque, este apartado es un tema para otro artículo, daré sólo un apunte, lo negativo debe ser en la medida de lo posible alejado de la mente (mediante técnicas de meditación, yoga, tai chi, pilates…) y sustituido por pensamientos positivos.
La ilusión y el entusiasmo que el jefe transmita a su equipo y a todos los stakeholders debe ser de auténtico, si es fingido se notará. Cuando comunique desde el optimismo sincero su cuerpo, su voz, su rostro lo transmitirán también. Así que, dos grandes aprendizajes para hablar ante un público del mundo teatral hacia el empresarial ¡Ser uno mismo y disfrutar!